La vida en la calle

Hace un par de meses un amigo recién aterrizado estaba esperándome en la estación central de todo en Estocolmo (tren/bus/metro) para que les llevara a casa a él y a su maletón, lleno de viandas. Lo de las viandas tiene importancia no para la historia, pero la tiene para mi. Estaba mi amigo ocupadísimo esperándome y viendo pasar gente cuando se le acercó una mozuela. Como mi amigo venía bien enseñado asumió que no le estaba hablando a él porque en Suecia nadie le entra nadie para nada en absoluto en un sitio como una estación de todo, pero tuvo que quitarse los cascos (en los que quizás sonaban rancheras o acaso cantaba Falete) porque resultó que sí, que le hablaba a él. En sueco. Mi amigo se excusó en inglés y se encontró con la sorpresa de que le pedían algo suelto en un inglés mucho mejor que el suyo.

You won’t have any spare coins for a homeless girl?

O algo así, le dijo, por lo visto. Mi amigo le dijo nonononono y se puso los cascos otra vez muy rápido, para así aislarse de todo aquello, pero tuvo tiempo de darse cuenta de que esta homeless debía tener poca experiencia porque su negativa pareció dolerle infinito. Casi se puso a llorar en los dos pasos que dio hacia atrás antes de girarse y salir a toda velocidad hacia las escaleras mecánicas que llevan a la parte de autobuses de la estación de todo.

Mi amigo es un poco cacho de pan y un poquito gilipollas algunas veces también, así que se quedó ahí con el come-come de joder, esta amapola por ahí suelta por la calle está expuesta a que le pase cualquier cosa y está claro que callo lo que se dice callo de estar en el carril no tiene.

¿Qué hace un cacho de pan en estas situaciones? Agarra toda la impedimenta y escaleras arriba llega a la parte de autobuses de la estación de todo para ver si puede dar con la susodicha jovenzuela y darle algo de pasta a ver si por lo menos come o por lo menos duerme bajo techo de alguna manera. Que es el primer mundo pero la calle es igual en todas partes. Muy dura y muy perra.

No dio con ella a pesar de estar un buen rato dando vueltas, así que volvió al punto exacto en el que yo le había dicho que iría a recogerle. Estando esperándome todavía (llegué más tarde que la hostia, no se puede decir de otra manera) vio a la muchachuela en cuestión y le hizo una seña para que se acercara. La chica venía con un batido en una mano y un bollito en la otra y aun con una mueca de ligera desconfianza se acercó a mi amigo. Mi amigo le alargó un billete de 200 coronas (algo más de 20 euros) y esta fue poco más o menos la conversación que tuvieron según me la contó uno de los que estuvieron allí:

Get off the streets. I was living in the streets for a while and I didn’t liked it. At all.

Yeah. – contestó la chica – I’ve been living like this for three months now…

Nota: Esto sucedió a finales de abril, cuando el invierno todavía estaba instalado en Suecia. Vivir en la calle en enero y febrero en Estocolmo tiene muchas complicaciones.
La chica cogió el billete y le apretó el antebrazo como solo lo haría quien da un abrazo muy, muy distante pero no por eso menos real. Le dio las gracias doce veces y se marchó.

Mi amigo me hizo llevarle al barrio donde podía estar esa chica dando vueltas, me hizo llevarle a la estación donde la vio y me hizo incluso llevarle a uno de los bares donde es posible que pudiera tomarse una cerveza porque no es barato, pero al menos es más barato que casi todos los demás bares de Estocolmo, pero nada. No la vio.

No he visto ninguna chica joven que parezca sueca pidiendo dinero por la calle; ni chico, vaya. Pero cuando hablamos tarde o temprano mi amigo me pregunta por ella.

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