Los kafkianos del Jaján

Julián Hernandez (de Siniestro Total) cuenta en esta divertida entrevista un montón de cosas interesantes, pero una en especial me ha hecho mucha ilusión. Explica qué es eso de los kafkianos del Jaján que aparece en Miña terra galega, un pasaje que he oído cantar (generalmente a borrachos, como debe ser, pero no siempre gallegos) de mil formas diferentes pero sin saber cuál era la buena. He aquí la explicación.

Copio el párrafo de la entrevista tal cual, porque es una lección de cómo se usa una publicación electrónica para añadir información que un papel no puede sin convertirse en una enciclopedia:

Allendegui: Una curiosidad, ¿qué son los kakfianos del Jaján?

Hernández: ¡Jo, jo, jó! Esta sí que es buena. Era una frase de Luis, un personaje que trabajaba con mi padre en el taller. Le decía al aprendiz: “tú lo que pasa es que eres un kafkiano del Jaján”. El Jaján (Xaxán en gallego) es un monte que hay al otro lado de la ría de Vigo y donde estaba (está) el poste repetidor de televisión. El bueno de Luis ni había leído a Kafka ni nada por el estilo pero la expresión es demoledora. Si las autoridades culturales gallegas tuvieran dos dedos de frente, organizarían un congreso de especialistas en Kafka en lo alto de ese monte. Don Franz era un ingenuo: El Proceso es sólo un pálido reflejo de lo que puede llegar a ser la justicia en nuestros días pero, si podemos llegar a ser kafkianos del Jaján, estaremos mucho más cerca de esa verdad de Luis, el del taller.

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One Response to Los kafkianos del Jaján

  1. pablo says:

    Tengo un primo que anda embarcado, mecánico naval casado en Fisterra aunque oriundo de Cee.
    Me contó que lo fundamental del oficio lo aprendió de un tipo que le enseñó la filosofía básica para manejarse por esos mundos.
    El tipo era otro gallego cuyo peso se medía en arrobas y con una barba blanca que rellenaba todo el espacio entre la barbilla y la panza. Le llamaban Jomeini. Gustaba de trabajar sentado, ya tocase pelar patatas o engrasar máquinas y cuando alguno trabajaba demasiado afanosamente le recordaba su ley coránica:
    “Filliño.. Non te canses.”

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