Todo lo que tengo lo llevo conmigo

El premio Nobel de literatura 2009 se lo dieron a Herta Müller, autora entre otros muchos libros, de Todo lo que tengo lo llevo conmigo.

En este libro se relata la historia de un chaval de 17 años deportado a la Unión Soviética en 1945. Las desventuras (aunque aventuras también hay, pero poquitas) del protagonista tienen su origen en el libro que querían haber escrito a medias la autora y Oskar Pastior, deportado este también a la URSS, igual que la madre de Herta Müller y muy probablemente su padre, que fue miembro de las Waffen SS. Lo que tenían en común todas estas personas era su origen alemán, ser Volkdeutsche, categoría en la que entraban más de 10 millones de europeos residentes en los Balcanes y el este de Europa hasta el Volga, algunos en comunidades fundadas en el siglo XV.

La colaboración entusiasta de muchos de ellos con el nazismo selló su destino. Tras la guerra se les aplicó el peso de la culpa colectiva y fueron obligados por millones a “regresar” a Alemania en lo que fue el mayor movimiento forzado de población de la historia. Ver http://es.wikipedia.org/wiki/Expulsión_de_los_alemanes_después_de_la_Segunda_Guerra_Mundial. Muchos de ellos (incluyendo mujeres de todas las edades, niños, enfermos) fueron deportados a la URSS como trabajadores forzados para trabajar en la reconstrucción del país y en la agricultura. Cientos de miles murieron en la deportación y muchos de los que consiguieron sobrevivir no pudieron regresar a sus casas porque por diversas razones no había a donde volver.

Herta Müller recuerda de su infancia que la deportación era algo omnipresente pero que aparecía cuando había deportados reunidos, algo que todos intentaban ocultar mientras no estuvieran entre gente con la que pudieran compartir sus experiencias.

Es un libro muy opresivo, en primera persona y con una redacción muy curiosa. Por ejemplo, no hay interrogaciones. Eso hace que las preguntas (que son bien pocas, porque los guardias no preguntan y los presos aprenden a no dudar, como aprenden a no tener nostalgia porque ambas cosas matan) sean lacónicas, como órdenes desganadas.

Leyéndolo es posible asomarse a lo difícil que es sacar estos sitios de las personas (muchísimo más que sacar personas de estos sitios, muchísimo más), el complejo de culpa del superviviente, el vacío que crea la venganza, la deshumanización, los secretos que nadie quiso traerse a casa y seguro que muchas más cosas, porque cada uno entiende lo que puede.

En Alemania no faltan libros de memorias de la guerra y la postguerra donde encontrar este tipo de historias (probablemente no tan bien contada, eso sí) pero en castellano no hay demasiado. Tenemos, eso sí, un par de docenas de libros con memorias de veteranos de la División Azul, pero casi todas están tan impregnadas de falangismo que solo valen como producto de consumo interno. Una buena forma de aprender un poco más sobre la deportación desde un punto de vista muy poco frecuente, pero enormemente parecido al más habitual.

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