El asesino, los niños y la hoguera: la puta tele

El otro día tuvimos comida en casa de unos amigos. Vamos, que me aventuré al exterior de mi mazmorra-madriguera. Tal y como suena.

Además de la brasa que me dieron con el fútbol (otro día hablaré de la salida de armario que se vienen pegando tantos y tantos futboleros felizmente escondidos todos estos años) no se muy bien cómo acabamos comentando el caso del puto loco hijodeputa este que para putear a su ex-pareja asesinó a sus dos hijos de corta edad y por lo visto quemó los restos en una hoguera, poniendo de paso en evidencia a la policía “científica” de la zona.

Estoy hablando de gente con cultura (incluso con culturón), con costumbre y ansia por debatir, con intereses muy diversos y lecturas aparentemente variadas e inconexas.

¿Quiénes éramos los que menos afectados parecíamos por un hecho tan terrible, tan (ejem) luctuoso (Según el DRAE Triste, fúnebre y digno de llanto)?

Pues resulta que los dos que parecíamos no estar muy ocupados con tal historia éramos los únicos que no estábamos embarazados de seis meses ni teníamos un hijo pequeño por allí rondando y además los dos que no tenemos tele.

La paternidad, la maternidad y estar embarazada de seis meses (y no por este orden) seguramente sensibilizan y predisponen, pero sin duda alguna es la puta tele (de mierda, que también la hay buena aunque me temo que estos no la ven) la que hace que gente con dos o más dedos de frente busque relajar tensiones y acabe ocupando su músculo más importante con cosas que no lo son.

Me explico.

Un tipo hace algo así. O quizás haya hecho algo así. Terrible. ¿Hay gente capaz de hacer algo así? Seguro que sí ¿Viven entre nosotros? Sí ¿Nacen o se hacen? Pues de todo habrá ¿Tenemos mecanismos que estudien a los que se hacen? No se ¿Podemos evitar que se hagan? No se

No se. No tengo ni puta idea.

De esto sí que me hubiera interesado hablar con esta gente. Pero ninguno tenemos información sobre estas dudas, eso también es verdad. Lo que sí que abundaba en esa tertulia eran datos y sobre todo espectáculo.

El debate hubiera durado cinco minutos porque no hay material. Solo hay “qué cosas pasan”, “no hay derecho” y “qué barbaridad”. Y mirada de reojo al niño que, a pocos metros, juega totalmente ajeno a la maldad del mundo. Lagrimón.

Es el carnaval de las niñas de Alcasser otra vez. El Nievesherrerismo. El entretenimiento fabricado con carroña.

Los debates donde todo el mundo tiene que hablar y permiten que hable gente que comienza diciendo “Yo personalmente…”, “yo soy de la opinión de…”, “pero no olvidemos una cosa”, etc.

Malditas las ganas que tengo de meter una puta tele en casa, de verdad.

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